Leemos en El Heraldo de Aragón que la comunidad islámica de Zaragoza ha pedido al presidente de la Autonomía –quien en principio aceptó la propuesta– que se cambie el escudo de Aragón afirmando que las cuatro "cabezas de moros" que figuran en uno de sus cuarteles suponen "una violencia que no llama a la tolerancia ni a la concordia".

    Hacerse víctimas en la sociedad que los acoge no es más que uno de los disfraces de la invasión supuestamente "pacífica" que Europa –y el mundo– sufre por parte del islamismo, y que constituye la alfombra sobre la que camina el integrismo. No tenemos nada en contra del Islam en sí, ni de aquellos creyentes musulmanes que defienden honestamente los derechos humanos, pero sólo a los occidentales cegados por la carencia de toda creencia profunda y los prejuicios que los vuelven incapaces de ver lo que está ocurriendo a su alrededor, se les puede ocultar a dónde camina un movimiento que por su estructura político-religiosa-social es inevitablemente excluyente de una sociedad libre como la que todavía es la nuestra. Ya hay estudiosos que lo único que se preguntan es si Europa "gozará" de un "euroislam" o de la simple imposición de la "shariah".

    Esta petición, en relación con un escudo en el que no hay nada indigno, pensamos nosotros es un atrevimiento que no hace sino indicar la dirección en la que van las aspiraciones de estos grupos. A los que les apoyan les diríamos que abran los ojos, no vayan a verse involucrados sosteniendo un movimiento que hoy pide una cosa y mañana pedirá otra, siempre presionando, tanteando, para observar la capacidad de respuesta de aquellos, no nos engañemos, a los que de esa manera se trata de arrinconar. No vaya a ser que con el tiempo seamos extraños en nuestra propia tierra.