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GIORDANO BRUNO (1548 - 1600)

SOBRE LA CAUSA, PRINCIPIO Y UNO 

(Selección)

 
Los Filósofos del Renacimiento, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1990. Selección, traducción, y notas Clemente Fernández S.I.

 

TERCER DIALOGO

       687 TEOF.: Demócrito, pues, y los epicúreos dicen que lo que no es cuerpo es nada, y, por consiguiente, pretenden que sola la materia es la sustancia de las cosas, y aun que es la naturaleza divina, como dijo un cierto árabe, llamado Avicebrón, según lo demuestra en un libro titulado Fuente de la vida. Esos mismos, junto con los cirenaicos, los cínicos y los estoicos, pretenden que las formas no son más que ciertas disposiciones accidentales de la materia. Y yo mismo, durante mucho tiempo, he estado adherido fuertemente a esta opinión solo porque presenta fundamentos más conformes con la naturaleza que los de Aristóteles; pero, después de madura reflexión, atendiendo a más cosas, hallamos que es necesario reconocer en la naturaleza dos tipos de sustancia: uno que es la forma y otro que es la materia; es preciso, en efecto, que haya un acto sustancialísimo, en el cual resida la potencia activa de todo; y, asimismo, una potencia o sujeto en el cual exista una no menor potencia pasiva de todo: en aquél reside la potencia de hacer; en éste, la capacidad de ser hecho.

         688 DICS.: Es cosa bien clara para quien bien discurre que no es posible que aquella potencia pueda hacerlo siempre todo sin que haya siempre también aquella que puede ser hecho todo. ¿Cómo el alma del mundo (digo, toda forma), que es indivisa, puede ser configuradora sin el sujeto de las dimensiones o de la cuantidad, que es la materia? Y la materia, ¿cómo puede ser configurada? ¿Acaso por sí misma? Es claro que podríamos decir que la materia se configura por si misma, si queremos considerar que el cuerpo formado del Universo es materia y llamarlo materia; como llamaríamos materia a un animal, con todas sus facultades, distinguiéndolo no de la forma, sino tan sólo de la causa eficiente.

         689 TEOF.: Nadie os puede impedir que os sirváis del nombre de materia a vuestro modo, de la misma manera que en muchas sectas tiene también muchas significaciones. Pero ese modo de considerar que decís sé que sólo cae bien en un mecánico o en un médico, que se mantienen en el terreno de la práctica, como en aquel que divide el cuerpo universal en mercurio, sal y azufre; lo cual no tanto delata un ingenio divino de médico cuanto a un muy estúpido con pretensión de llamarse filósofo; el fin de éste no es el de llegar a esa distinción de los principios, que se logra físicamente por la separación que procede de la acción del fuego, sino también a aquella distinción de principios a la que no puede llegar ninguna causa eficiente material, pues el alma, inseparable del azufre, del mercurio y de la sal, es un principio formal. Este principio no está sujeto a cualidades materiales, sino que es absolutamente señor de la materia; no le afectan las operaciones de los químicos, cuya división acaba en las tres cosas mencionadas, y que reconocen otra especie de alma distinta de la de este mundo, que es la que nosotros debemos definir.

         690 DICS.: Habláis excelentemente, y me complace mucho esa observación, porque veo a algunos tan poco avisados, que no distinguen las causas de la naturaleza tomadas absolutamente, según todo el ámbito de su ser, cuales son estudiadas por los filósofos, de las otras tomadas de un modo limitado y peculiar: la primera manera es superflua e inútil para los médicos en cuanto médicos; la segunda, truncada y menguada para los filósofos en cuanto filósofos.

         691 TEOF.: Habéis tocado el punto a propósito del cual es alabado Paracelso, que ha cultivado la filosofía medicinal, y censurado Galeno, en cuanto que introdujo la medicina filosofal, para hacer una mezcolanza fastidiosa y un tejido tan embrollado, que resulta finalmente un médico nada excelente y un muy confuso filósofo. Pero quede esto dicho con alguna reserva, pues no he tenido tiempo para examinar todas las obras de ese hombre.

         692 GERV.: Por favor, Teófilo, dadme primero este gusto a mí, que no soy muy experto en filosofía: declaradme qué entendéis por el término de "materia" y qué es materia en las cosas naturales.

         TEOF.: Todos los que quieren distinguir la materia y considerarla en sí misma, sin la forma, recurren al símil del arte. Así hacen los pitagóricos, los platónicos, los peripatéticos. Mirad un arte especial, como el del carpintero, que tiene la madera como materia de todas sus formas y de todos sus trabajos, como el herrero el hierro y el sastre el paño. Todas esas artes realizan, en una materia que les es propia, diversas imágenes, órdenes y figuras, ninguna de las cuales es propia y natural a cada una de esas materias. De la misma manera, la naturaleza a la que el arte se asemeja necesita tener una materia para sus operaciones, ya que es imposible que haya agente alguno que, si quiere hacer alguna cosa, no tenga de qué hacerla, o si quiere obrar, no tenga qué obrar. Existe, pues, una especie de sujeto, del cual, con el cual y en el cual la naturaleza efectúa su operación, su trabajo, y que ella modela en tantas formas que nos presentan a los ojos tanta variedad de especies. Y así como la madera no tiene de por sí ninguna forma artificial, pero puede tenerlas todas por obra del carpintero, así la materia de que estamos hablando no tiene de por sí y en su naturaleza ninguna forma natural, pero puede tenerlas todas por obra del agente activo, principio de la naturaleza.

         693 Esta materia natural no es tan sensible como la materia artificial, porque la materia de la naturaleza no tiene absolutamente ninguna forma, mientras que la materia del arte es una cosa ya formada por la naturaleza, puesto que el arte no puede obrar sino en la superficie de las cosas formadas por la naturaleza, como la madera, el hierro, la piedra, la lana y otras cosas similares; en cambio, la naturaleza obra desde el centro, por decirlo así, de su sujeto o materia, que es completamente informe. Muchos son los sujetos del arte y uno solo el de la naturaleza; pues aquéllos, por estar diversamente conformados por la naturaleza, son diferentes y variados; éste, por no estar conformado de ninguna manera, está absolutamente indiferenciado, puesto que toda diferencia y diversidad proviene de la forma.

         GERV.: ¿Hasta tal punto que las cosas formadas por la naturaleza son materia del arte y una sola cosa informe es materia de la naturaleza?

         TEOF.: Sí.

         694 GERV.: ¿Es posible que, así como vemos y conocemos claramente los sujetos de las artes, podamos de manera parecida conocer el sujeto de la naturaleza?

         TEOF.: Lo podemos muy bien, pero con distintos principios de conocimiento: así como no conocemos con el mismo sentido los colores y los sonidos, así tampoco vemos con el mismo ojo el sujeto de las artes y el sujeto de la naturaleza.

         GERV.: Queréis decir que vemos el primero con los ojos corporales y el segundo con los de la razón.

         TEOF.: Así es.

         GERV.: Tened a bien desarrollar este argumento.

         695 TEOF.: Con sumo gusto. La relación y dependencia que tiene la forma del arte respecto de su materia es la misma (guardada la debida proporción) que tiene la forma de la naturaleza respecto de su materia. De la misma manera, pues, que en el arte, variando al infinito (si posible fuese) las formas, hay siempre una materia que persevera bajo aquéllas; como, por ejemplo, en un principio la forma del árbol es una forma de tronco; después, de vida; después, de mesa; después, de escaño; después, de escabel; después, de caja; después, de peine, y así sucesivamente, y, sin embargo, sigue siendo siempre madera, no de otra manera; con la naturaleza, variando al infinito y sucediéndose unas a otras las formas, hay siempre una materia idéntica.

         696 GERV.:¿Cómo se podría corroborar ese símil?

         TEOF.: ¿No veis que lo que era semilla se hace hierba, y lo que era hierba se hace espiga, y lo que era espiga se hace pan, de pan, quilo; de quilo, sangre; de sangre, semen; de éste, embrión; de éste, hombre; de éste, cadáver; de éste, tierra; de ésta, piedra u otra cosa, y así sucesivamente, hasta constituir todas las formas naturales?

         GERV.: Fácilmente lo veo.

         TEOF.: Tiene que haber, pues, una misma cosa que de por sí no es piedra, ni tierra, ni cadáver, ni hombre, ni embri6n, ni sangre, ni ninguna otra cosa; sino que después de ser sangre, se hace embrión; recibiendo el ser de embrión, después de ser embrión, recibe el ser de hombre, y se hace hombre; de la misma manera que la materia formada por la naturaleza, y que es el sujeto del arte, de lo que era árbol, se hace mesa y recibe el ser de mesa; y lo que era mesa, recibe el ser de puerta y se hace puerta.

         697 GERV.: Ahora lo he entendido muy bien. Pero me parece que ese sujeto de la naturaleza no puede ser cuerpo ni tener alguna cualidad, ya que aquello que va pasando ya bajo una forma y ser natural, ya bajo otra forma y ser, no se manifiesta corporalmente como la madera o la piedra, que siempre se dejan ver en lo que son materialmente, sea la que sea la forma bajo la que aparecen.

         TEOF.: Decís bien.

         GERV.: Pero ¿qué haré yo cuando me acontezca hablar de esto con algún pertinaz que no quiera creer que haya, de la manera explicada, una sola materia bajo todas las formaciones de la naturaleza, del mismo modo que es una la que está bajo todas las formaciones del arte? Pues ésta, que se ve con los ojos, no se puede negar; pero se puede negar aquélla, que sólo se ve con la razón.

         TEOF.: Mandadlo a paseo, y no le respondáis.

         GERV.: Pero ¿y si me importuna exigiéndome evidencia, y se trata de alguna persona respetable, el cual podría fácilmente mandarme a mí a paseo que yo a él, y que tuviese como afrenta el que yo no le respondiese?

         TEOF.: ¿Qué haríais si un ciego semidiós, digno de todo honor y respeto, fuese tan protervo, importuno y pertinaz en desear conocer y exigir evidencia de los colores, y aun de las figuras exteriores de las cosas naturales, preguntando, por ejemplo: ¿cuál es la forma del árbol? ¿Cuál es la de los montes? ¿Cuál la de las estrellas?; además: ¿cuál es la forma de la estatua, la del vestido?; y así de otras cosas producidas por el arte, tan manifiestas a los que ven?

         GERV.: Le respondería que, si tuviese ojos, no me exigiría evidencia, sino que por sí mismo las podría ver; pero que, siendo ciego, es imposible que incluso otro se lo demuestre.

         TEOF.: Del mismo modo podrás responder a ésos: que si tuviesen entendimiento, no te exigirían otra evidencia, sino que lo podrían ver por sí mismos.

         GERV.: Esta respuesta avergonzaría a unos; otros la tendrían por demasiado cínica.

         TEOF.: Entonces les hablaréis más encubiertamente de esta manera: "Ilustrísimo Señor mío", o "Sagrada Majestad": como algunas cosas no pueden hacerse evidentes más que con las manos y el tacto, y otras por el oído, otras sólo por el gusto, otras por sólo los ojos, así esta materia de las cosas naturales no puede ser evidente más que al entendimiento.

         GERV.: Pero el tal, comprendiendo tal vez la intención, por no ser tan oscura ni encubierta, me dirá: "Tú eres el que no tienes entendimiento: yo tengo más que cuantos iguales a ti puedan darse".

         TEOF.: Tú, entonces, no le creerías más que si un ciego te dijese que tú eres ciego y que él ve más que todos los que creen ver lo que tú estás creído que ves... (p.203-209).

         698 De esto se puede concluir (aun a su despecho) que nada se aniquila ni pierde el ser, salvo la forma accidental exterior y material. Por eso, tanto la materia como la forma sustancial de cualquier cosa natural, que es el alma, son indisolubles e indestructibles, y no pierden el ser del todo y en todo; tales no pueden ser todas las formas sustanciales de los peripatéticos y otros semejantes que no consisten más que en una cierta complexión y orden de los accidentes; y todo aquello que pueden señalar, fuera de su materia prima, no es más que accidente, complexión, hábito de cualidad, principio de definición, quididad... (p.210).

         699 Lo que sostiene el Nolano es que hay un entendimiento que da el ser a todas las cosas; los pitagóricos lo llaman "dador de las formas"; un alma y principio formal que se hace todas las cosas y las informa, llamada por los mismos "fuentes de las formas"; una materia, de la cual están hechas y formadas todas las cosas, llamada por todos "receptáculo de las formas".

         DICS.: Esta doctrina (porque parece que no le falta nada) me agrada mucho. Y realmente es necesario que, así como podemos poner un principio material constante y eterno, pongamos igualmente un principio formal. Vemos que todas las formas naturales se desprenden de la materia y a ella retornan, por lo que parece que en realidad ninguna cosa es constante, firme, eterna y digna de ser tenida como principio, fuera de la materia. Aparte de que las formas no tienen el ser sin la materia, en la cual se engendran y se corrompen, surgen de su seno y en él se acogen; por eso, la materia, que permanece siempre idéntica y fecunda, debe tener la prerrogativa de ser reconocida como único principio sustancial y como aquello que es y permanece siempre; en cambio, a las formas todas juntas no hay que concebirlas más que como diversas disposiciones de la materia, que van y vienen, cesan y se renuevan, por lo que ninguna puede ser tenida como principio.

         700 Por eso, ha habido quienes, después de haber considerado bien la esencia de las formas naturales, como pudieron obtenerlo de Aristóteles y otros semejantes, han concluido en definitiva que aquéllas no son más que accidentes y circunstancias de la materia, y que se debe atribuir a la materia la prerrogativa de ser acto y perfección, y no a cosas de las que podemos decir con verdad que no son sustancia ni naturaleza, sino cosas de la sustancia y de la naturaleza, que dicen ser la materia: la cual, según ellos, es un principio necesario, eterno y divino, como lo es para aquel moro Avicebrón, que la llama: "Dios en todas las cosas" (p.210-213).

         701 DICS.: Viniendo ahora a nuestro propósito, tened a bien exponer la doctrina dará sobre este principio.

         TEOF.: Ciertamente, este principio al que se llama materia puede ser considerado de dos maneras: primera, como potencia; después, como sujeto. Tomada en cuanto que significa lo mismo que potencia, no hay nada donde, en cierto modo y según su propia esencia, no se la pueda encontrar y los pitagóricos, los platónicos, los estoicos y otros la han colocado en el mundo inteligible no menos que en el sensible. Y nosotros, que no la entendemos exactamente lo mismo que la entendieron aquéllos, sino de una manera más alta y más amplia, razonamos sobre esta potencia o bien posibilidad de la siguiente manera: La potencia se distingue generalmente en activa, por la cual su sujeto puede obrar, y en pasiva, por la cual de alguna manera o puede ser, o puede recibir, o puede tener o ser sujeto de la causa eficiente.

         702 Dejando por el momento el hablar de la potencia activa, digo que la potencia, en sentido pasivo (aunque no siempre sea pasiva), puede ser considerada o relativa o absolutamente. Así, nada hay de lo que se pueda predicar el Ser, de lo que no se pueda predicar el poder ser. Y ésta (potencia pasiva) se corresponde tan completamente con la potencia activa, que la una no puede darse sin la otra en modo alguno. Por eso, si siempre ha existido la potencia de hacer, de producir, de crear, siempre ha existido la potencia de ser hecho, producido y creado; la una implica a la otra; quiero decir que puesta la una, se pone necesariamente la otra.

         703 Esa potencia (pasiva), al no delatar debilidad en aquello de lo que se dice, sino confirmar la virtud y eficacia, más aún en definitiva, resulta que lo todo uno y enteramente idéntica con la potencia activa no hay filósofo ni teólogo que dude en atribuirla al primer principio sobrenatural. Pues la posibilidad absoluta por la cual las cosas que son en acto pueden ser, no es anterior a la actualidad ni tampoco posterior a ella. Además, el poder ser se da con el ser en acto, y no lo precede, pues si aquello que puede ser se hiciese a sí mismo, existiría antes de ser hecho.

         704 Contemplad ahora el principio primero y óptimo, que es todo cuanto puede ser, y él mismo no sería todo si no pudiese ser todo; por tanto, en él, el acto y la potencia son la misma cosa. No sucede así en las demás cosas; éstas, aun siendo lo que pueden ser, podrían quizá no ser, o ser ciertamente otra cosa, o de otra manera de como son, ya que ninguna cosa es todo lo que puede ser. El hombre es lo que puede ser, pero no todo lo que puede ser. La piedra no es todo lo que puede ser, pues no es cal, ni vaso, ni polvo, ni hierba. Lo que es todo lo que puede ser es uno, lo cual, en su ser, comprende a todo ser. El es todo lo que es, y puede ser cualquier cosa que es y que puede ser. Todas las demás cosas no son así. Por tanto, la potencia no es igual al acto, pues no es un acto absoluto, sino limitado; además, la potencia siempre está limitada a un acto, porque nunca tiene mas que un ser determinado y particular, y si bien aspira a toda forma y acto, eso lo tiene por medio de ciertas disposiciones y con una determinada sucesión de un ser después del otro.

         705 Toda potencia, pues, y todo acto, que en el principio está como implicado, unido y uno, en los demás seres está desarrollado, disperso y multiplicado. El universo, que es el gran simulacro, la gran imagen y la unigénita naturaleza, es también todo lo que puede ser, a través de las mismas especies y miembros principales y el contenido de toda la materia, a la, cual nada se añade y nada falta, siendo a la vez toda y una única forma, pero no es todo, lo que puede ser, con esas mismas diferencias, modos, propiedades e individuos. Por tanto, no es más que una sombra del primer acto y de la potencia primera, y, por tanto, en él la potencia y el acto no son absolutamente la misma cosa, ya que ninguna de sus partes es todo lo que puede ser. Además, en la manera específica que hemos dicho, el universo es todo lo que puede ser de un modo desarrollado, disperso, distinto. Su principio es unitaria e indiferenciadamente, porque todo (él) es todo y lo mismo simplicísimamente, sin diferencia y distinción... (p.217-219).

         706 Este acto absolutísimo, que es idéntico con la absolutísima potencia, no puede ser comprendido por el entendimiento sino por vía de negación: no puede ser comprendido, digo, ni en cuanto que puede ser todo ni en cuanto que es todo. Porque el entendimiento, cuando trata de comprender, necesita formar la especie inteligible, asemejarse, conmensurarse e igualarse a ella; mas eso es imposible, pues el entendimiento nunca es tan grande que no pueda ser mayor, y aquél, por ser inmenso por todos sus aspectos y modos, no puede ser más grande. No hay, pues, ojo que pueda aproximarse o que tenga acceso a luz tan altísima y a tan profundo abismo (p.222).

         707 ...Por lo que atañe a nuestro propósito, es imposible (prescindiendo del término "materia") que haya teólogo alguno, por capcioso y malévolo que sea, que me pueda imputar impiedad por lo que digo y entiendo de la coincidencia de la potencia y el acto, tomados absolutamente uno y otro término. De ahí querría yo inferir, en la medida en que es lícito hacerlo, que en este simulacro de ese acto y de esa potencia (por ser en acto específico todo cuanto está en potencia específica; por tanto, que el universo, de esa manera, es todo lo que puede ser), sea lo que fuere del acto y potencia numéricos, viene a existir una potencia que no está separada del acto, un alma no separada de lo animado; no me refiero al compuesto, sino al simple. Resultará, pues, que hay un primer principio del universo que se entenderá indistintamente material y formal, potencia absoluta y acto, a semejanza del precedente. Por lo cual no será difícil ni gravoso aceptar, en última instancia, que el todo, en la sustancia, es uno, como tal vez entendió Parménides, innoblemente tratado por Aristóteles.

         708 DICS.: Pensáis, entonces, que, aunque descendiendo por esta escala de la naturaleza, se dé una doble sustancia, una espiritual y otra corporal, en última instancia una y otra se reducen a un solo ser y a una única raíz.

         TEOF.: Si os parece que eso puedan soportar aquellos que no profundizan gran cosa.

         DICS.: Muy fácilmente lo podrán, con tal que tú no te eleves por encima de los términos de la naturaleza.

         TEOF.: Eso está hecho. Si no tenemos el mismo procedimiento y modo comunes de definir la divinidad, disponemos de uno propio, que no es, con todo, opuesto ni extraño a aquél, sino tal vez más claro y más explícito, conforme a la razón, que no está por encima de nuestro discurso, y de la que os he prometido que no me abstendría.

         709 DICS.: Ya se ha hablado mucho en tomo al principio natural desde el punto de vista de la posibilidad o potencia; tened a bien de venir dispuesto mañana a considerar el mismo desde el aspecto de sujeto.

         TEOF.: Así lo haré.

         GERV.: Hasta la vista.

         POL.: Bonis avibus (p.223, 224).

(FIN DEL TERCER DIALOGO)


CUARTO DIALOGO

         710 ...TEOF.: Aunque en todo lo que habéis expuesto con brevedad hayáis aportado muchas y convincentes razones para llegar a la conclusión de que una sola es la materia, y una la potencia por la cual todo lo que es, es en acto, y que con no menor razón compete a las sustancias incorpóreas que a las corpóreas, puesto que unas y otras tienen el ser por el poder ser, y aun cuando lo habéis demostrado con otras poderosas razones (para quien las considere y comprenda con penetración), sin embargo, para una mayor claridad de la doctrina,

QUINTO DIALOGO

         722 El universo es, pues, uno, infinito, inmóvil. Una es, digo, la posibilidad absoluta, uno el acto, una la forma o el alma, una la materia o el cuerpo, una la cosa, uno el ser, uno el máximo y óptimo, el cual no puede ser comprendido; es, por ello, indefinible e indeterminable y, por tanto, infinito e ilimitado, y, en consecuencia, inmóvil. No se mueve localmente, pues no hay nada fuera de él adonde puede trasladarse, ya que él lo ve todo. No se engendra, pues no hay otro ser que puede desearlo o aguardarlo, poseyendo, como posee, todo el ser. No se corrompe, porque no hay ninguna otra cosa en que pueda cambiarse, puesto que él es todas las cosas. No puede disminuir ni crecer, puesto que es infinito; así como no se le puede agregar nada, tampoco se le puede sustraer nada, pues el finito no tiene partes proporcionales. No es alterable, porque no hay nada exterior a él que pueda afectarle.

         723 Además, por comprender en su propio ser todas las contrariedades en unidad y armonía, y por no poder tener ninguna inclinación a un nuevo ser diferente, o bien hacia esta o aquella manera de ser, no puede ser sujeto de mutación en cualidad alguna ni puede tener un contrario o diverso que lo altere, pues en él toda cosa concuerda. No es materia, porque no tiene figura ni es figurable, no tiene límite ni puede ser limitado. No es forma, porque no informa ni configura a nada, toda vez que es todo, máximo, uno y universal. No es mensurable ni es medida.

         724 No se contiene a sí mismo, porque no es mayor que sí mismo. No está contenido (en sí mismo), porque no es menor que sí mismo. No se iguala (a sí mismo), porque no hay dualidad en él, sino que es uno y el mismo. Siendo uno y el mismo, no tiene diversidad de seres, no tiene parte y parte, y por no tener partes, no es compuesto. Es término de tal suerte que no es término y forma, de manera que no es forma, y materia, de modo que no es materia, y alma, de suerte que no es alma, porque es indistintamente el todo, y por ello, uno; el Universo es uno... (p. 247-248).

         725 A la proporción, semejanza, unión e identidad del infinito no te acercas más con ser hombre que con ser hormiga, con ser estrella más que con ser hombre, porque a ese ser no te acercas más con ser sol o luna que hombre u hormiga: en el infinito, todas esas cosas son indistintas. Y lo que digo de éstas lo digo de todas las demás cosas que tienen subsistencia particular.

         726 Ahora bien: si todas esas cosas particulares en el infinito no son ésta y aquélla, no son distintas, no son especies, entonces, por consecuencia necesaria, no constituyen número: así, pues, el Universo es, una vez más, uno (e) inmóvil. Este, porque lo comprende todo y no tolera multiplicidad de seres, y no comporta ni consigo ni en sí mutación alguna, es, en consecuencia, todo aquello que puede ser, y en él (como dije el otro día) el acto no difiere de la potencia. Si el acto no difiere de la potencia, es preciso que en él no sean distintos el punto, la línea, la superficie y el cuerpo: porque así aquella línea es superficie, ya que la línea, moviéndose, puede llegar a ser superficie; así aquella superficie, moviéndose, se hace cuerpo, como la superficie puede moverse, y, con su desplazamiento, puede hacerse cuerpo. Es preciso, pues, que en el infinito el punto no se diferencie del cuerpo, porque el punto, rebasando el ser punto, se hace línea; rebasando el ser línea, se hace superficie; rebasando el ser superficie, se hace cuerpo; por tanto, el punto, por estar en potencia para ser cuerpo, no difiere del ser cuerpo allí donde la potencia y el acto son una misma cosa.

         727 Así pues, lo indivisible no es distinto de la divisible; lo simplicísimo, de lo infinito; el centro, de la circunferencia. Por tanto, el infinito, por ser todo lo que puede ser, es inmóvil; porque en él todo es indistinto, es uno, y porque posee toda la magnitud y perfección que se pueden tener, es máximo y óptimo e inmenso. Si el punto no difiere del cuerpo; el centro, de la circunferencia; lo finito, de lo infinito; lo máximo, de lo mínimo, con seguridad podemos afirmar que el Universo es todo él centro, o que el centro del Universo está en todas partes, y que la circunferencia no está en parte alguna, en cuanto distinta del centro, o bien que la circunferencia está en todas partes, pero el centro no se halla (en parte alguna) en cuanto distinto de aquélla. He ahí como no es imposible, sino necesario, que lo óptimo, lo máximo, lo incomprensible sea todo y esté en todas partes y en todo; pues, como simple e indivisible, puede ser todo, estar en todas partes y en todo. Por eso no se ha dicho en vano que Júpiter llena todas las cosas, habita todas las partes del Universo; es centro de todo lo que tiene ser, es uno en todo, y aquel por quien todo es uno siendo todas las cosas y conteniendo todo el ser en sí, hace que todo esté en cada cosa.

         728 Pero me diréis: ¿Por qué entonces las cosas cambian y la materia particular tiende a otras formas? Os respondo que ése no es cambio a otro ser, sino a otro modo de ser. Esa es la diferencia entre el Universo y las cosas del Universo: aquel comprende todo el ser y todos los modos de ser; en éstas, cada una tiene todo el ser, pero no todos los modos de ser, y no puede poseer en acto todas las circunstancias y accidentes, ya que muchas formas son incompatibles en un mismo sujeto, o por ser contrarias, o por pertenecer a especies diversas: como no puede existir un mismo supósito individual bajo los accidentes de caballo y hombre o bajo las dimensiones de una planta o de un animal. Además, aquél comprende todo el ser totalmente, puesto que fuera y más allá del ser infinito no hay nada que existe, pues en él no hay fuera ni más allá; en cambio, de éstas, cada una comprende todo el ser, pero no totalmente, ya que más allá de cada una hay infinitas otras. Por tanto, entended que todo está en todo, pero no total y omnímodamente en cada, cosa. Debéis entender, pues, cómo toda cosa es uno, pero no el mismo modo de ser.

         729 Por eso no yerra quien dice que el ser, la sustancia y la esencia son uno: el cual, en cuanto infinito y sin término, tanto en la sustancia como en la duración, la magnitud y el poder, no tiene carácter de principio ni de principiado, pues coincidiendo todas las cosas en unidad e identidad (es decir, en el mismo ser), viene a tener así una esencia absoluta y no relativa.

         En el uno infinito, inmóvil, que es la sustancia, que es el ser, si se da la multiplicidad, el número, que por ser modo y multiformidad del ser, origina la denominación de cada cosa, no por eso hace que el ente sea más que uno, sino que es de muchos modos, formas y figuras. Por eso, considerando profundamente las cosas con los filósofos naturales, dejando a los lógicos con sus fantasías hallamos que todo lo que hace diferencia y número es puro accidente, es pura figura, pura complexión. Toda producción, de cualquier índole que sea, es una alteración, permaneciendo siempre idéntica la sustancia, porque no hay más que una, un ente divino, inmortal.

         730 Esto lo pudo entender Pitágoras, que no teme la muerte, sino que espera la transformación. Lo han podido entender todos los filósofos llamados vulgarmente físicos, que dicen que nada se genera ni se corrompe en cuanto a la sustancia, a no ser que queramos designar así la alteración. Lo entendió Salomón, que dice que no hay nada nuevo bajo el sol, sino que lo que es, fue ya antes. Así tenéis cómo todas las cosas están en el Universo y el Universo en todas las cosas, nosotros en él y él en nosotros. Y así todo concuerda en una perfecta unidad.

         He ahí por qué no debemos atormentarnos el espíritu; he ahí cómo no hay cosa por lo que debamos asustamos. Porque esa unidad es única y estable y permanece siempre, ese uno es eterno: todo aspecto, toda faz, toda otra cosa es vanidad, y como nada; más aún, es nada todo lo que está fuera de ese Uno... (p.248-252).

         731 DICS.: Así, pues, este mundo, este ser verdadero, universal, infinito, inmenso, está todo en todas sus partes, de tal suerte que él es el mismo ubique. De ahí que lo que está en el Universo, respecto del Universo (sea lo que fuere respecto de los demás cuerpos particulares), está en todo según el modo de su capacidad: está arriba, está abajo, está entre, a la derecha, a la izquierda, y en todas las diferencias locales, porque en todo el infinito se hallan todas esas diferencias y ninguna de ellas. Cualquier cosa que tomemos en el Universo, por tener en sí todo aquello que está todo en todo, contiene, en su modo, toda el alma del mundo (si bien no totalmente, como ya lo hemos dicho); alma que está toda en cualquier parte de aquél. Por eso, como el acto es uno y constituye un solo ser dondequiera que esté, no es de creer que en el mundo haya pluralidad de sustancias y de lo que verdaderamente es ser.

         732 Sé, además, que tenéis por cosa evidente que cada uno de estos mundos innumerables que vemos en el Universo no está en él como en lugar que lo contiene y como en un intervalo y espacio, sino como en algo que es comprensor, motor, eficiente, el cual está comprendido en cada uno de estos mundos como el alma entera está en cada una de las partes del mismo. Por eso, aunque un mundo en particular se mueve hacia y en torno a otro, como la tierra hacia el sol y alrededor del sol, sin embargo, en relación con el Universo, nada se mueve hacia él ni alrededor de él, sino en él.

         733 Queréis, además, que así como el alma (también según el modo de hablar común) está toda en la gran mole, a la cual da el ser, y a la vez es indivisa, y, por tanto, está idéntica y entera en todo y en cualquier parte, así la esencia del Universo es una en el infinito y en cualquier cosa tomada como miembro de él, de suerte que enteramente el todo y cualquier parte suya vienen a ser uno en cuanto a la sustancia: por lo que no desacertadamente lo llamó Parménides uno, infinito, inmóvil, sea cual fuere su intención, que es incierta, referida por un no muy fiel expositor.

         734 Decís que todo lo que se ve de diferencias en los cuerpos en cuanto a las formas, complexiones, figuras y otras propiedades y caracteres comunes no son más que una cara diferente de una misma sustancia; cara inestable (huidiza), móvil, corruptible de un ser inmóvil, permanente y eterno: en él están todas las formas, figuras y miembros, pero indistintas y como en aglomeración, no de otra suerte que en el germen, en el cual no se distingue el brazo de la mano, el busto de la cabeza y los nervios de los huesos. Esa distinción y disgregación no produce una sustancia nueva y distinta, sino que pone acto y consumación a ciertas cualidades, diferencias, accidentes y órdenes de esa sustancia. Y lo que se dice del germen respecto de los miembros de los animales, se dice igualmente del alimento con relación a ser quilo, sangre, flema, carne, germen; lo mismo de cualquiera otra cosa que preceda a ser alimento u otra cosa; lo mismo de todas las cosas, subiendo del ínfimo grado de la naturaleza hasta el supremo, remontándonos de la universalidad física, conocida por los filósofos, hasta las alturas de los arquetipos, en las que creen los teólogos, si así os place; hasta llegar a una originaria y universal sustancia idéntica en todo, que se llama el ser, fundamento de todas las especies y formas diversas; como en el arte de carpintería hay una sustancia de madera, que es el sujeto de todas las medidas y figuras, que no son madera, sino de la madera, en la madera y relativas a la madera.

         735 Por tanto, todo aquello que constituye diversidad de géneros, especies, diferencias, propiedades; todo lo que estriba en la generación, en la corrupción, en la alteración y en el cambio, no es ente, no es ser, sino condición y circunstancias de ente y de ser, el cual es uno, infinito, inmóvil, sujeto, materia, vida, alma, verdad y bondad...

         736 Por eso no os sonará mal la sentencia de Heráclito, el cual dijo que todas las cosas son uno, el cual, por la mutabilidad, contiene en sí todas las cosas, y como todas las formas están en él, consiguientemente todas las definiciones le cuadran, y, por lo mismo, los enunciados contradictorios son verdaderos. Y lo que constituye la multiplicidad en las cosas no es el ente, no es la cosa (o realidad), sino lo que aparece, que se ofrece a los sentidos y está en la superficie de las cosas.

         737 TEOF.: Así es. Además de eso, quiero que aprendáis otros capítulos de esta ciencia importantísima y de este fundamento solidísimo de las verdades y secretos de la naturaleza.

         En primer lugar, pues, quiero que advirtáis que es una e idéntica la escala por la que la naturaleza desciende a la producción de las cosas y por la que el entendimiento asciende al conocimiento de ellas, y que tanto la una como el otro proceden de la unidad a la unidad, pasando por la multitud de intermediarios...

         738 En segundo lugar, reparad en que el entendimiento, queriendo liberarse y desligarse de la imaginación, a la cual está unido, además de recurrir a las matemáticas y a las figuras simbólicas, con el fin de poder con ellas o por analogía con ellas comprender el ser y la sustancia de las cosas, da en referir la multitud y diversidad de especies a una misma raíz. Como Pitágoras, que hizo de los números los principios específicos de las cosas, puso a la unidad como fundamento y sustancia de todo, y Platón y otros, que pusieron las especies subsistentes en las figuras, cuyo tronco y raíz común pensaron que era el punto, como sustancia y género universal... (p.253 257).

         739 POL.: Profunda, curiosa y singularmente habéis dictaminado sobre el todo, el máximo, el ente, el principio y el uno. Pero querría que hicieseis alguna precisión sobre la unidad, pues me encuentro con un Vae soli (¡Ay del solo!) (Gén 2,18). Además de que experimento una gran angustia, pues en mi bolsa y monedero no hay más que un viudo sueldo.

         TEOF.: Esa unidad lo es todo, y no se halla explicada, no está bajo distribución y distinción numérica y una singularidad que tal vez tú entenderías, sino una que se halla implicada y comprensiva.

         POL.: Exemplum? Pues, a decir verdad, intento comprender, pero no comprendo.

         TEOF.: Así como la decena es unidad, pero complicada, la centena no menos es unidad, pero más complicada, y el millar no es menos unidad que las otras, pero mucho más complicada. Esto que os propongo en la aritmética debéis pensarlo más alta y simplemente en todas las cosas. El sumo bien, el sumo deseable, la suma perfección, la suma felicidad consiste en la unidad, que todo lo complica. Nos deleitamos con el color, pero no en uno "explicado", el que sea, sino sobre todo en uno que complica todos los colores. Nos deleitamos con la voz, pero no con una particular, sino con una "complicante", que resulta de la armonía de muchas. Nos deleitamos con un sensible, pero sobre todo con aquel que comprende en si todos los sensibles; en un cognoscible que comprenda todo lo cognoscible, en un aprehensible que abarque todo lo que se pueda aprehender, en un ente que contenga todo, especialmente en ese uno que es el todo mismo. Como tú, Polihimnio, te deleitarías más en una piedra preciosa, en tal grado que equivaliese a todo el oro del mundo, que en la muchedumbre de miles de esos sueldos de los que no tienes más que uno en la bolsa.

         POL.: Optime.

         740 GERV.: Heme aquí ya docto: pues así como aquel que no entiende la unidad no entiende nada, así el que entiende verdaderamente la unidad todo lo entiende; y el que se aproxima más a la inteligencia de la unidad, se aproxima mas a la aprehensión del todo.

         DICS.: También yo, si he comprendido bien, me voy muy enriquecido con el pensamiento de Teófilo, fiel relator de la filosofía nolana.

         TEOF.: Alabados sean los dioses y sea ensalzada por todos los vivientes la infinita, simplisísima, unísíma y absolutísima Causa, principio y Uno (p.265).