Atrivm. Portal cristiano.
Edad Media
Atrivm
HILDEGARDA DE BINGEN (1098 - 1179)
DUODECIMA VISION: SIEGA Y VENDIMIA DE LAS NACIONES
De: Hildegarda de Bingen. "Scivias". Editorial Trotta, S.A. Madrid 1999.
Traducción de Antonio Castro Zafra y Mónica Castro. pp. 479-486.
         Luego miré y he aquí que todos los elementos y todas las criaturas se vieron sacudidos por un terrible cataclismo: irrumpieron el fuego, el viento y las aguas, haciendo temblar la tierra, estallaron los rayos y los truenos, se desmoronaron los montes y fueron arrancados los bosques, y todo lo mortal exhaló la vida. Todos los elementos fueron purificados y cuanto hubiera de sórdido en ellos se desvaneció para siempre. Y escuché una voz que con fuerte clamor gritó por el orbe entero, diciendo: "¡Oh hijos de los hombres que en la tierra yacéis, levantaos todos!".

         He aquí que, entonces, todos los huesos humanos, donde quiera que estuvieran enterrados, se reunieron en un instante y con su carne se cubrieron, y todos los hombres se levantaron, íntegros sus miembros y su cuerpo, con su sexo: los buenos, resplandecientes en la claridad, y los malvados, llenos de negrura, así que en cada uno se revelaron a plena luz sus obras. Algunos de ellos llevaban el signo de la fe y otros no; entre los primeros, unos tenían ante el semblante como un fulgor dorado, y los demás, como una sombra: este era su signo.

         Mas, de pronto, brilló desde el Oriente un inmenso resplandor y allí vi, sobre una nube, al Hijo del Hombre con la misma faz de cuando estaba en la tierra, abiertas Sus heridas, que se acercaba con los coros de los ángeles; venía sentado en un trono de llamas que relumbraban pero no ardían, y debajo bramaba la formidable tempestad de la purificación del mundo. Los que llevaban el signo fueron arrebatados en torbellinos a Su encuentro en los aires, hacia donde había visto yo antes el resplandor que simboliza los secretos del Supremo Creador: allí fueron separados los buenos de los malos. Entonces, con dulce voz, bendijo a los justos con el Reino Celestial, como está escrito en el Evangelio, y con terrible voz envió a los injustos a las penas del infierno, como también está escrito; y allí no se hizo sino lo que narran las palabras del Evangelio: no hubo otras preguntas ni respuestas sobre los actos de cada cual porque, fueran buenos o malos, se manifestaban nítidamente en cada uno. Pero los que no llevaban signo estaban allá lejos, en la parte del Aquilón, con las huestes diabólicas; no acudieron al juicio, mas viéndolo en la lejanía como un torbellino, aguardaban el final, y amargos lamentos desgarraban sus corazones.

         Terminado el juicio, cesaron los rayos y los truenos, los vientos y las tempestades, y todo lo que era transitorio en los elementos al instante se desvaneció: sobrevino una inmensa calma. Y, de pronto, los elegidos se volvieron luminosos, más que el fulgor del sol, y se encaminaron a los Cielos, con el Hijo de Dios y los bienaventurados ejércitos de los ángeles, en medio de un extraordinario júbilo; y los réprobos se arrastraron hacia los abismos infernales con el Demonio y su séquito, entre terribles alaridos. Así, el Cielo acogió a los elegidos y el Hades devoró a los réprobos. Y he aquí que, repentinamente, resonaron tantos cánticos de gozo y alabanzas en el Cielo y tanto ulular de tristeza en los infiernos, que rebasaban cuanto la voz humana puede expresar. Y, al instante, todos los elementos, sumidos en una serena calma, resplandecieron como si hubieran sido despojados de una piel de tinieblas: ya nunca más abrasaría el fuego, ni rebulliría el aire, ni se embravecerían las aguas, ni la tierra temblaría. Y el sol, la luna y las estrellas eran incontables ornatos que rutilaban en el firmamento con intenso fulgor y belleza, y permanecían fijos, sin el movimiento de sus trayectorias, así que ya no separaban el día y la noche: no hubo más noche, sino día. Y aquí se terminó.

         Y de nuevo escuché una voz que desde el Cielo me decía:

1. Grandes cataclismos destruirán el mundo

         Estos misterios revelan la plenitud del mundo: cuando el tiempo caduco sea transformado en la eternidad de un fulgor sin fin. Sí, días de tribulación serán los últimos días: muchos cataclismos sobrevendrán y grandes señales anunciarán el ocaso del mundo. Pues, como has visto, ese postrer día el terror sacudirá toda la haz de la tierra, las tempestades la agitarán violentamente, las hecatombes borrarán cuanto en ella sea transitorio y mortal: porque, cumplido el curso del mundo, no podrá ya durar más, sino que, según designio divino, se extinguirá. Y así como un hombre, cuando se aproxima su final, se ve postrado por muchas enfermedades premonitorias y, llegada la hora de su muerte, se desvanece entre dolorosos quebrantos, así también los más terribles cataclismos precederán al fin del mundo y lo disolverán en su eclipse, entre inmensos terrores: pues entonces los elementos desencadenarán todo el horror de que son capaces, porque será la última vez que puedan hacerlo.

2. La creación entera se agitará; lo mortal e impuro desaparecerá

         En verdad que, llegado el fin, un movimiento inesperado y repentino desatará los elementos: todas las criaturas se estremecerán, irrumpirá el fuego, rebullirán los aires, se desbordarán las aguas, temblará la tierra, estallarán los rayos, retumbará el fragor de los truenos, los montes se hendirán, se desmoronarán los bosques y todo lo mortal que haya en el aire, en el agua, en la tierra, rendirá la vida. El fuego moverá todo el aire y el agua llenará la tierra entera: y así todo será purificado para que cuanto sea impuro en el mundo se desvanezca como si nunca hubiera existido, como se diluye la sal cuando se echa en el agua.

3. La resurrección de los muertos

         Y, como te ha sido mostrado, al escucharse la llamada divina a la resurrección, los huesos de los muertos, donde quiera que estén enterrados, se reunirán de nuevo en su sitio, rápidamente, como en un pestañear de ojos, y con su carne se cubrirán, y nada impedirá que así sea; pues si el fuego, el agua, los pájaros o las bestias los aniquilaran, al instante serían restablecidos; así que la tierra los devolverá como el agua la sal: porque Mi ojo todo lo ve y nada puede ocultárseme. Sí, todos los hombres resucitarán entonces en cuerpo y alma, sin desmedro ni falta en sus miembros, sino íntegros sus cuerpos y su sexo, como en un pestañear de ojos: los elegidos, con el fulgor de sus buenos actos, y los réprobos, con la negrura de su desventurado proceder, pues allí no se ocultarán las obras de ninguno, mas aparecerán en ellos, nítidamente.

4. Los resucitados que llevan el sello de la fe y los que no

         Unos llevaban el signo de la fe y otros no, así que las conciencias de algunos de los que tenían fe resplandecían, por sus obras fieles, con el fulgor de la sabiduría, pero otras revelaban las tinieblas de su indolencia por lo que se distinguían claramente: pues aquellos habían cumplido las obras de la fe, mas estos la dejaron morir en sus corazones. En cambio, había unos que no llevaban el signo de la fe: porque ni bajo la antigua Ley ni en la Nueva Gracia quisieron poseer la ciencia del Dios vivo y verdadero.

5. El Hijo vendrá con el poder del Padre para juzgar

         Y entonces, en la claridad de la luz eterna, pero sobre la nube con que se oculta a los réprobos la gloria celestial, en Su forma humana y con las señales de Su Pasión, sufrida según la voluntad del Padre por la salud del género humano, vendrá el Hijo de Dios rodeado por los ejércitos celestes para juzgar a este género humano: porque el Padre Le concedió que, pues había vivido de forma visible en la tierra, juzgara cuanto es visible en el mundo, como Él mismo muestra en el Evangelio cuando dice:

6. Palabras del Evangelio

         "Y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del Hombre" (1). Así es, en verdad.

         El Padre "ha testimoniado acerca de Su Hijo" (2). ¿Qué quiere decir esto? El Padre Le ha dado poder al Hijo: porque Este siempre permanece con el Padre en la Divinidad, pero al recibir la humanidad de Su madre y hacerse hombre, también recibió del Padre que toda criatura Le sintiera Hijo de Dios, igual que la creación entera subsiste como obra del Señor en la forma que El le confirió. Por eso el Hijo de Dios discernirá todas las obras, sea cual sea su dignidad o bajeza, y allí donde deban ser puestas, las pondrá; pues igual que Él fue hombre, palpable y visible, en la tierra, discernirá según la justicia cuanto fue visible en el mundo: en Su poder para juzgar será terrible con los injustos y dulce con los justos, y de tal modo juzgará, que hasta los elementos se sentirán purificados.

7. Quienes lleven el signo de la fe, serán juzgados

         Entonces, los que lleven el signo de la fe serán arrebatados al encuentro del Justo Juez (3), rápidamente y sin impedimento alguno: para que, como tuvieron fe y creyeron en Dios, aparezcan al descubierto en ellos las obras de la fe; y pues la ciencia de Dios conoce todos los actos de los buenos y de los malos, según te ha sido revelado, allí serán separados estos y aquellos: porque también sus obras son diferentes. Sí, allí se manifestará verdaderamente en todos ellos, buenos y malos, cómo buscaron a Dios, sea en su infancia o en su adolescencia, en su juventud o en su vejez, o al final de sus vidas.

8. Las flores del Señor brillarán

         También allí brillarán todas las flores de Mi Hijo: los patriarcas y profetas que existieron antes de Su Encarnación; los apóstoles que vivieron con Él en el mundo; los mártires, confesores, vírgenes y viudas que fielmente Le imitaron; cuantos estuvieron al frente de Mi Iglesia, tanto en lo temporal como en lo espiritual; los anacoretas y los monjes, que se humillaron, castigando y mortificando su carne en nombre de Mi Hijo y que, con gran humildad y amor, mostraron en sus hábitos que imitaban el orden de los ángeles. Pero a los que Me buscaron en la vida contemplativa diciéndose: "Esta es la vida más gloriosa", los tendré por nada. En cambio, al que Me buscó con humildad en esa senda, que dimana de la inspiración del Espíritu Santo, lo pondré entre los primeros puestos en la patria celestial.

9. El Cielo enmudecerá mientras resuene la sentencia del juicio

         Entonces los Cielos envolverán sus alabanzas en el silencio mientras el Hijo de Dios pronuncie la sentencia de Su juicio sobre los justos y sobre los injustos, y escucharán con noble reverencia cómo los juzga, cuando dulcemente recompense a los justos con el júbilo celestial, y pavorosamente envíe a los injustos a las penas del infierno. Y allí no habrá otras excusas ni preguntas sobre sus obras, amén de que allí las conciencias de los hombres, buenos y malos, estarán al descubierto y desnudas.

10. Buenos y malos han de ser juzgados

         Los justos, que escucharán allí las palabras del Rectísimo juez, cumplieron muchas obras de justicia, pero no pudieron realizarlas en plena perfección mientras vivían en el mundo, por eso entonces serán juzgados. Los injustos, que allí sentirán caer sobre sí la dureza de la sentencia, cometieron malos actos, mas no los realizaron en la ignorancia de la divina Majestad ĝen la inicua impiedad condenada ya de antemanoĝ y, por eso, no escaparán a la sentencia del juicio, porque todo será ponderado con equidad.

11 infieles, ya condenados, no acudirán al juicio

         En cambio, aquellos que no llevan el signo de la fe, porque no creyeron en Dios, estarán, mientras, retenidos en la parte del Aquilón ĝla de la perdiciónĝ con las huestes diabólicas, sin acudir al juicio; pero lo verán entre sombras y aguardarán su fin entre grandes gemidos de sus corazones: pues estos perseveraron en la infidelidad sin conocer al Dios verdadero; no adoraron al Dios vivo antes del bautismo, en el Antiguo Testamento, ni recibieron el remedio bautismal bajo el Evangelio, mas permanecieron en la maldición de la caída de Adán, incurriendo en las suplicios de la condena, por lo que se encontrarán ya juzgados por la impiedad de su crimen.

 

12. Terminado el juicio, sobrevendrá una serena calma

         Terminado el juicio, cesarán los terrores de los elementos, los rayos, truenos y vientos que rebullen en tempestades, y cuanto fuera caduco y transitoria se disolverá, ya no surgirá nunca más, como desaparece la nieve fundida por el calor del sol; entonces, por concesión divina, sobrevendrá una inmensa, serena calma.

13. La Gloria recibe a los elegidos, el Hades devora a los réprobos

         Y los elegidos se encaminarán. a la alegría celestial, llenos del esplendor de la eternidad, junto con su Cabeza, Mi Hijo, y con el bienaventurado ejército de los Cielos, en medio de una inmensa gloria; y los réprobos, unidos al Demonio y sus ángeles, irán, entre terrible quebranto, a los suplicios eternos, donde sufrirán por siempre la muerte sin fin, preparada para ellos, pues prefirieron guiarse por sus propias apetencias que por Mis preceptos. Así, el Cielo acogerá a los elegidos en la gloria eterna porque amaron al Señor de los Cielos; y el Hades engullirá a los réprobos porque no abominaron del Demonio. Entonces resonarán tantas alabanzas desbordantes de júbilo en la gloria celeste y se alzarán tantos aullidos rasgados de dolor en los infiernos, que rebasarán cuanto el entendimiento humano puede captar: pues aquellos gozarán la vida eterna y estos la muerte eterna padecerán, como vaticina Mi Hijo en el Evangelio cuando dice:

14. Palabras del Evangelio

         "E irán estos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna" (4). Así es, en verdad: los infestados en la ponzoña de todos los males, que no están sedientos por beber la justicia en la Suma Bondad, se abismarán en las penas de la eterna perdición por el camino de su impiedad y su perfidia, y, conforme a sus obras, recibirán los tormentos infernales. Pero los que edifican el fulgor de la Jerusalén celestial y se hallan fielmente a las puertas de la hija de Sión brillarán en la Luz de la vida eterna que la Virgen inmaculada trajo milagrosamente a los creyentes en el florecer de su virginidad.

15. Los elementos se volverán perfectos, y morirá la noche

         Y, como ves, cuando se haya cumplido todo esto, los elementos brillarán con la mayor claridad y belleza, retirado todo escollo de negrura y sordidez. Sí: ya no abrasará el fuego y cual alborada brillará; el aire, sin rebullir, diáfano resplandecerá; no se embravecerán ni desbordarán las aguas, que permanecerán cristalinas y serenas; y la tierra, sin temblores ni quebradas, será firme y rasa: todo entrará en una inmensa calma y belleza.

         Y el sol, la luna y las estrellas rutilarán en el firmamento con gran claridad y extraordinario fulgor como piedras preciosas engastadas en oro, y ya no se desplazarán más a lo largo de sus trayectorias para separar el día y la noche: porque, terminado el mundo, permanecerán inmutables y, en adelante, no surgirán las tinieblas de la noche, pues entonces ya nunca morirá el día, como testimonia Mi bienamado Juan cuando dice:

16. Palabras de Juan

         "Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará" (5). Así es, en verdad: quien tiene un tesoro, unas veces lo esconde y otras lo enseña, como la noche sepulta la luz y el día ahuyenta las tinieblas, trayendo la luz al hombre. Pero ya no será así cuando muera el tiempo: entonces habrá sido disipada la sombra de la noche, su lóbrega oscuridad no surgirá ya más; pasado este tránsito, no serán necesarias las lámparas que encienden los hombres para desvanecer las negras sombras, ni el curso del sol señalará el umbral de la noche, tiempo de la calígine; habrá un día imperecedero: el Señor de todos alumbrará con Su claridad divina, a la que no oscurece mudanza alguna, a cuantos en el mundo huyeron, por Su Gracia, de las tinieblas.

         Pero que quien temple su oído en el sentido místico, suspire en pos de estas palabras, encendido de amor por Mi espejo, y en la sabiduría de su alma las escriba.

         1. Juan 5,27.

         2. 1 Juan 5,9.

         3. 1 Tesalonicenses 4,17.

         4. Mateo 25,46.

         5. Apocalipsis 22.