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Edad Media
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HADEWIJCH DE AMBERES (S.XIII),
beguina

El LENGUAJE DEL DESEO
(Poema)

Editorial Trotta,1999
Edición y traducción de María Tabuyo

Hacia finales del siglo XII una corriente de renovación espiritual se gesta en las tierras de Flandes, Renania, Brabante y Baviera, la cual se extenderá con vigor hasta bien entrado el siglo XIV irrigando las actuales Alemania, Francia, Italia y España. De entre los diversos movimientos de regeneración que brotan de esos enclaves del norte de Europa nos atrae especialmente aquél que incluye un gran número de mujeres (y también a algunos hombres) que deciden vivir la espiritualidad al margen del cada vez más asfixiante ambiente dogmático de la religión institucional, emprendiendo de forma solitaria o en pequeños grupos una vida dedicada a la búsqueda interior, sin que ello suponga alejarse del pulso de los avatares el mundo. Son las llamadas beguinas, (…) algunas de estas (…) conocedoras de las artes liberales, la poesía trovadoresca, la doctrina de las escrituras sagradas y los textos de los primeros padres de la iglesia, y (…) otras (…) féminas que poseen una sabiduría popular y que, inspiradas directamente por la deidad, difunden a los cuatro vientos lo aprehendido en la intimidad de sus ser.
(Mujeres Herméticas. Voces de la Sabiduría en Occidente. Mireia Valls).

XX

El amor tiene siete nombres
que como sabéis le convienen:
Lazo, Luz, Carbón, Fuego
designan su fiero imperio.
También los otros son nobles,
por siempre insuficientes y de resonancia eterna:
Rocío, Fuente viva, Infierno.
Si enumero estos nombres
es porque están en las Escrituras:
os explicaré su virtud,
lo que quieren decir y manifiestan.
Que no os engaño
y que Amor se conduce como digo,
lo sabe quien vio todo en el Amor,
esa vida llena de maravillas
de la que ya he hablado.

En verdad es lazo, pues ata
y todo lo somete a su premio.
Lazo dotado de todo poder
no lo ignoráis pues que lo habéis gustado.
Arruina en lo mejor nuestros consuelos
y en las penas peores nos conforta.
Me aprieta íntimamente de tal forma
que creo morir de dolor;
mas todo lo casa
en fruición y plenitud sin par.
Lazo que une a los que se aman de manera
que uno al otro penetra por completo,
en el dolor o el reposo o el furor del Amor,
y come su carne y bebe su sangre;
cada corazón devora al otro corazón,
el espíritu asalta al espíritu y lo invade por entero,
como nos mostró el que es el mismo Amor,
haciéndose nuestro alimento y nuestro pan,
y confundiendo los pensamientos del hombre.
Nos dio a conocer que ésta
es la más íntima unión de amor:
comer, saborear, ver interiormente.
Él nos come, nosotros creemos comerle,
y sin duda lo hacemos.
Pero él permanece intacto,
tan fuera de nuestro alcance,
tan lejos de nuestros deseos,
que cada cual sigue siendo lo que es
y la distancia permanece.
Mas a quien este lazo cautive
que no deje de comer con pasión
para conocer y saborear más allá de sus deseos
la humanidad y la divinidad.
El lazo de amor hace comprender estas palabras:
"Yo soy para mi Amado y Él es para mí".

Luz es el nombre del Amor con que
nos revela lo que place al Amado,
lo que conviene mejor al Amor
o lo que primero condena.
En esa claridad aprendemos
cómo hay que amar al Hombre-Dios
y al Dios-Hombre, en la unidad:
esa parte que se nos da es riqueza infinita.

Carbón: observad qué nos quiere decir
la Escritura con tal nombre.
Es dádiva maravillosa
que Dios hace al alma interiormente
en todo lo que recibe o en aquello de lo que es privada,
en su paz, paciencia y esfuerzo,
en el consuelo, la alegría y el trabajo,
en todos los modos caprichosos del Amor.
Rápida mensajera es esa brasa
que sirve al Amor de maravilla.
Su misión no se interrumpe
y no puede fallar al Amor.
Inflama lo que estaba frío,
vuelve tímido al orgulloso,
descabalga al caballero
y colma de nobleza al vasallo:
pone al pobre en un reino
donde no es inferior a nadie.
Y todo ello: caer, levantarse,
dar o tomar, perder o recibir,
se enciende y se extingue por el furor de Amor
que ese carbón representa. Trabajad ahora
en esta obra y conoced
los extraños prodigios que Dios hace
hasta que Amor en nosotros se convierte en fuego
en el que se abisman igualmente,
quemados, devorados, consumidos,
el deseo del hombre y el rechazo divino.

Con el nombre de fuego consume
suerte o desgracia, dicha y desdicha:
todas las formas de ser son una para él.
A quien de ese fuego el toque interior recibió
nada le será ancho ni estrecho.
Cuando su llama se enciende en nosotros
ya nos es igual lo que devore:
ser amado u odiado, rechazo o deseo,
perdida o ganancia, satisfacción o malestar,
provecho, daño, honor y vergüenza,
estar con Dios en celestial consuelo
o en el dolor del infierno,
ya no hay en ese fuego diferencia alguna.
Consume cuanto toca,
y ya no puede hablarse -os lo aseguro-
de condena o bendición.

El Amor actúa también con el nombre de Rocío:
cuando el fuego ha quemado en su violencia todo,
llega el rocío, derramando su humedad
como brisa de maravillosa dulzura.
Provoca el beso de las criaturas nobles
y da constancia en los cambios.
El celo de amor devora sus dones de tal suerte
que siempre debe terminar así.
Amainan entonces las tempestades
que ayer mismo se desataban en el alma.
La calma reina al fin
cuando la Amada recibe de su Amado
los besos que convienen al Amor.
Cuando se apodera de ella y de todos sus sentidos,
gusta sus besos y los saborea hasta el fondo.
En cuanto Amor toca a la Amada,
come su carne y bebe su sangre.
El dulce Amor que así la deshace
conduce suavemente a los amantes
al beso indisoluble,
el mismo beso que une
a las Tres Personas en un solo Ser.
Así el noble rocío extingue el fuego
que asolaba el país del Amor.

Fuente viva es el sexto nombre
que le conviene después de rocío.
Derramamiento y reflujo
de uno en el otro y crecimiento en Dios
que sobrepasan el entedimiento y el sentido,
la inteligencia y la capacidad
de cualquier criatura humana.
Pero en nosotros está
la vía escondida que el amor nos marca
para encontrar por momentos el más dulce de los besos.
Ahí recibiremos la dulce Vida viviente
que la Vida da a la viviente vida.
Fuente viva se la llama, pues alimenta
y guarda en el hombre el alma viva.
Brota viva la Vida
y de esta Vida da vida nueva a nuestra vida.
La Fuente viva se vierte en todo tiempo,
en las virtudes de siempre o en el celo nuevo,
como el río expande sus ondas
y las recibe de nuevo,
así el amor engulle lo que da.
Por eso se le llama Fuente y Vida.

El séptimo nombre es Infierno,
y de ese amor yo he probado el tormento.
Nada hay que no devore y condene.
En verdad, nadie escapa a él
de quienes prueban el amor y de él quedan cautivos:
ninguna gracia se concede aquí.
Así como el infierno todo lo arruina,
no se encuentra en el Amor
más que tortura sin piedad:
ni un instante de reposo, siempre
un nuevo asalto, una persecución nueva.
Verse devorado, tragado
en su esencia abismal,
hundirse sin cesar en el ardor y el frío
en la profunda y sublime tiniebla del Amor,
supera los tormentos de la gehenna.
Sólo el amor conoce su venida y su marcha,
y sólo quien lo prueba sabe
por qué el nombre de Infierno
le conviene por encima de todo.

Ved ahora cómo esos nombres revelan
la esencia y los modos del bello Amor.
No hay corazón tan sabio que pueda
comprender la más pequeña parte
del Lazo del Amor aunque dejase
a un lado los otros seis nombres.
El lazo nos asegura que nada
nos separará del Amor
ni violencia, ni fuerza, ni milagro.
Tal es la fuerza del don de sabiduría.
El corazón, por sí solo, no lo podría aguantar,
pero por ese lazo soporta los lazos del Amor,
La Luz nos muestra las costumbres del Amor,
nos revela su voluntad en todas sus formas:
por qué debemos conocer y amar
la Humanidad y la Divinidad.
El Carbón enciende a los dos amantes,
y el Fuego les quema en la unidad:
así en el fuego de la salamandra
el fénix se consume y transmuta.
El Rocío lo apaga,
se extiende por él como bálsamo y brisa unitiva.
La alegría y el furor de Amor
arrojan a los amantes al mar abismal,
mar sin fondo, siempre vivo,
que con la vida da a los Tres en la Unidad
Dios y Hombre en un solo amor;
así es la Trinidad más allá de todo pensamiento.
El séptimo nombre, justo y sublime,
dice que el amor es la Gehenna,
como lo es en efecto por naturaleza.
Pues arruina el alma y los sentidos,
de manera que no se levantan más;
en adelante, los Amantes no podrán
más que vagar en tempestades de amor,
errar con cuerpo y alma, pensamiento y corazón,
Amantes perdidos en este Infierno.
¡Que tenga cuidado quien quiera afrontarlo!
pues ante el Amor, nada vale, sino aceptar
en todo momento golpes o caricias
hasta el fondo del corazón fiel
que quiere ofrecer un amor verdadero.
Así lograremos la victoria: por lejos
que aún nos parezca, alcanzaremos el Amor.

(Mgd.XVI)

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